Por última vez, abro estos ojos por última vez. Ya no volverán a ver el sol; el día gris y con neblina lo mantiene oculto. Así es, ponte de luto, naturaleza. Tu hijo, tu amigo, tu amante está llegando a su fin. Lotte, es una sensación sin igual, pero es lo que más se asemeja al sueño inconsciente en el que uno se dice: este es el último amanecer. ¡El último! Lotte, ya no encuentro sentido a la palabra ¡último! Acá estoy, en posesión de todas mis fuerzas, y mañana estaré inerte, tirado en el piso. ¡Morir! ¿Qué significa eso? Mira, cuando hablamos de la muerte, soñamos. He visto morir a unos cuantos. Pero la humanidad es tan limitada que no encuentra una explicación para el comienzo ni para el fin de su existencia. ¡Todavía mía, y tuya! ¡Tuya, oh amada mía! Y dentro de un momento, separados, alejados, ¿tal vez para siempre? ¡No, Lotte, no! ¿Cómo puedo dejar de ser yo? ¿Cómo puedes dejar de ser tú? ¡Si somos! ¡Dejar de ser! ¿Qué significa? ¡Otra de esas palabras! Un sonido vacío, sin mayor importancia para mi corazón. Muerto. ¡Lotte! Sepultado en la tierra fría, tan estrecho, tan oscuro. Tuve una amiga que lo fue todo para mí en mi cándida juventud. Murió y acompañé el féretro, me quedé junto a la tumba para ver cómo descendían el ataúd y el ruido seco de las sogas cuando lo soltaron y volvieron a ser recogidas hacia arriba, después, la primera palada de tierra, otro sonido sordo al golpear la tierra sobre el cajón, una y otra vez, hasta quedar cubierto. Me dejé caer junto a la tumba, conmovido, estremecido, angustiado, desgarrado en lo más íntimo de mí ser. No supe lo que me estaba pasando, lo que me pasará. ¡Morir!, ¡sepulcro!, ¡ya no entiendo estas palabras!